Estaba claro que la llegada de Hedi Slimane a la dirección de Yves Saint Laurent iba a acarrear cambios, pero ni en el más remoto de nuestros sueños podríamos imaginar que una de las primeras decisiones iba a ser cambiar el nombre a la firma. ¿Existe algo más sagrado que eso? ¿Por qué no se respeta el nombre de uno de los creadores más increíbles, potentes y perfectos que ha existido en la historia de la moda? Yves Saint Laurent pasará a ser Saint Laurent, añadiendo un 'Paris' al final. Así que nada de YSL, a partir de ahora SLP o SL a secas (que coincide con SLimane, pensando mal).
Además, Hedi ha decidido no trasladar su residencia a la capital francesa y trabajará desde Los Ángeles. No es el primer diseñador 'remoto' de la industria, Phoebe Philo dirige Céline desde Londres. Desde luego sería interesante ver cómo dirige a su equipo desde el otro continente, cómo revisa patronaje, telas, cortes, puestas a punto. Cómo se organizan los desfiles y eligen a las modelos, amén de cientos de cosas más... Todo teniendo al director artístico a nueve horas de diferencia horaria.
Su manera de organizarse ya es algo de su ámbito personal. Lo que más nos ha llamado la atención ha sido el cambio de nombre. YSL es (¿era?) icónico, distinguible a metros de distancia, una identidad forjada e indisoluble (aparentemente). Si hay algo complicado de crear es precisamente ESO y no sabemos si han tomado la decisión correcta. Seguro que tras este cambio hay horas de conversaciones y consultas con expertos en branding. Pero existía YSL, existían las dos C cruzadas, existen LV y poco más con semejante notoriedad y poder.
Suerte, Hedi.
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